martes, 23 de agosto de 2011


    El cambio global es un proceso constante y creciente. Sus distintos efectos se relacionan entre sí, causando daños a la población, a la atmósfera, a la tierra, a los océanos y depósitos de agua dulce, a los animales, a la vegetación, entre otros. Una de las áreas más afectadas por el cambio climático es la Antártida.
    El efecto invernadero que nos brinda calor para nuestra supervivencia ha aumentado en gran cantidad con el incremento del CO2 durante mucho tiempo, y mayormente durante estos últimos 15 años, debido a la actividad humana. Al aumentar este gas, produce el aumento de las temperaturas medias del planeta.
  En el caso de la Antártida, casi no se realiza actividad humana que dañe al medio ambiente. Sin embargo, repercute en ella las malas acciones humanas de todos los países, como por ejemplo en las cadenas tróficas, (si un grupo de animales de esa cadena desaparece o disminuye debido a la falta de un espacio digno para vivir por temperaturas inestables que no ayudan a la supervivencia, o falta de alimento debido a contaminación del agua, entre otras cosas, lo mismo harán los otros pilares de la cadena, haciéndola desaparecer).
   En este área, como producto del calentamiento global creciente, y por ello, entre otras cosas, el deshielo, se produce una emisión del gas metano, el cual está presente entre los cristales de hielo de los glaciares, y sale de allí al derretirse los mismos. Esta emisión del gas metano, que produce hasta un burbujeo visible en las aguas de la zona, se va acumulando en la atmósfera, junto al Dióxido de Carbono (CO2), aumentando entonces esas temperaturas medias.
   Todos los cambios están relacionados de una manera única, y cada mala acción individual, cotidiana, genera acciones globales e irreversibles.
    Pero todavía hay tiempo para la mitigación de unos pocos daños, 
ya que UNA acción benéfica de cada uno genera una colectividad y puede generar algo global, permanente.

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